Comentario sobre "También la lluvia"
Guión: Paul Laberty
Dirección: Iciar Bollain
En la película se superponen dos épocas separadas por 500 años, el de la llegada y desembarco de Colón y la del año 2000 en Bolivia, marcada por los acontecimientos de lo que se ha dado en llamar la guerra del agua. Superposición a la vez de tres enfrentamientos: uno en aquél pasado de la conquista y dos en el presente.
Un ritmo que nunca decae sostiene la película desde la primera escena hasta la última. En su línea argumental se van engarzando con gran plasticidad pequeños y grandes conflictos que se van potenciando a medida que avanza la película en un entrecruzamiento audaz de ficción y realidad donde la realidad es actualidad y la ficción es también realidad pero histórica.
Guión: Paul Laberty
Dirección: Iciar Bollain
En la película se superponen dos épocas separadas por 500 años, el de la llegada y desembarco de Colón y la del año 2000 en Bolivia, marcada por los acontecimientos de lo que se ha dado en llamar la guerra del agua. Superposición a la vez de tres enfrentamientos: uno en aquél pasado de la conquista y dos en el presente.
Un ritmo que nunca decae sostiene la película desde la primera escena hasta la última. En su línea argumental se van engarzando con gran plasticidad pequeños y grandes conflictos que se van potenciando a medida que avanza la película en un entrecruzamiento audaz de ficción y realidad donde la realidad es actualidad y la ficción es también realidad pero histórica.
El pequeño conflicto generado a partir de un casting en el comienzo mismo de la película ya va anticipando como una muestra reducida la maraña de conflictos que se avecinan.
Un equipo de cineastas españoles llega a Cochabamba, Bolivia, para rodar una película sobre el desembarco de Colón. La primera escena se abre con una larguísima cola de indígenas que esperan para el casting. Con la consabida autoridad de tono colonialista Costa, el productor de la película ordena que se queden unos pocos y se retire la mayor parte de los postulantes. Allí mismo se esboza lo que será la índole del conflicto porque a la inversa de la esperada aceptación pasiva y sumisa de la orden uno de ellos se revela aduciendo el tiempo perdido en la larga espera y exige lográndolo que se entreviste a todos gracias a Sebastián, el director, que intercede frente al productor para satisfacer la demanda.
En la siguiente escena se perfilan las diferencias. Costa, el productor más práctico y materialista anticipándose a posibles conflictos induce a no elegir a Daniel, el rebelde para el papel protagónico. El director en cambio fascinado por la personalidad de éste presiona para que sea seleccionado.
A partir de entonces se irán mechado escenas de realidad-ficción rememorante de cinco siglos atrás de la película dentro de la película con la realidad-ficción rememorante de diez años atrás, año 2000, la guerra del agua en Bolivia, y la realidad también ficcionalizada diez años atrás del proceder desprolijo y avasallador de una productora cinematográfica en la película dentro de la película . Triple paralelismo de explotación autoritarismo y abuso. Del lado de allá del pasado remoto, terrible escena de indígenas condenados a la hoguera cargada de una bruta tensión que en el espectador de manifiesta como de culpa y de miedo. Las madres de los bebés -quienes, acaso, acostumbradas al terror, no parecen deslindar la diferencia entre realidad y ficción- se niegan al simulacro de ahogarlos en el río. Del lado de acá, del pasado reciente guerra del agua desatada cuando a fines de una privatización se cierran los pozos y toda la población lucha por el elemento vital.
Lo interesante es el tratamiento de los personajes manejados con una fina psicología, nada de caricaturas. Parecen absolutamente naturales, ni muy malos ni muy buenos o al menos nada a lo que no estemos acostumbrados. Costa siempre atento a llevar a cabo su cometido, la película ante todo; meta que verá como la única acción seria sin apenas vislumbrar la importancia vital de la lucha por el agua de los invisibilizados indígenas. Daniel, sin palabras, en la pura acción rompiendo todos los pactos como no sea el compromiso con su comunidad. El director ahora más ambiguo, pasa a segundo plano.
Toda esa naturalidad de los personajes funciona como verdadero distanciamiento brechtiano. De Costa no se puede predicar más que lo que es, un productor que intenta cumplir medianamente su función, llevar a término la película. Lo importante son los paralelismos que están excelentemente presentados y narrados. El espectador aprende de la semejanzas que en la obra potencian la fuerza del conflicto que es siempre el mismo bajo diferentes máscaras.
Esto se rompe al final, el distanciamiento que permite la reflexión es obstaculizado por el elemento emotivo. La esposa de Daniel, en un acto totalmente descontextuado porque ella penas lo conoce, pide a Costas que rescate a su hija herida, y ayude a salvarla. Éste después de muchos peros cede y acaso por arte de magia cambia su personalidad y su mirada, la acompaña, salva a la hija y luego es agradecido por Daniel. A esta altura todo el juego de paralelismos y semejanzas pierde fuerza y nos preguntamos ¿qué deja finalmente la película? ¿Que un toque de corazón redime 5 cinco siglos de colonialismo? ¿que la anomia e implacabilidad del sistema puede ser vencido por una alma caritativa?