En torno a la noción de democratización del arte

Fragamentos de conversación a partir de las lexturas de Ranciére, Ladagga y oros,

Mónica: Todo gira en torno a dos motivos estrechamente vinculados; el del rol activo del lector o espectador y el de la democratización del arte; como veremos el primero no es más que un aspecto del segundo. A la base de ambos se aloja una particular concepción de cultura entendida como: ideas, acciones, ciertos modos de producción de obras o prácticas, formas de visibilidad y  conceptualización de las mismas, así como los  modos de exhibición y  circulación  de los productos que favorecen determinados encuentros. Me parece que esta noción de cultura, equivalente a lo que Rancière llama régimen de las artes,  es lo que se revoluciona, por lo tanto es clave que no se puede soslayar para comprender las transformaciones en ese régimen cuyos ejemplos son el documental La comuna de Watkins, y los productos del grupo Wu Ming. (Dejemos para el final los comentarios acerca del alcance de esas transformaciones). Lo interesante de esta noción es que en  ella el término cultura no es entendido como mero producto sino como proceso que abarca a todo el sistema o régimen de la producción, circulación y recepción.  La pregunta implícita que actúa de disparador es ¿qué se entiende por cultura en este nuevo paradigma? Después de la cual vendrá como corolario –se me ocurre- la de si de ahora en más no tendríamos que hablar de cultura en lugar de arte. 

 

Mónica: Todo gira en torno a dos motivos estrechamente vinculados; el del rol activo del lector o espectador y el de la democratización del arte; como veremos el primero no es más que un aspecto del segundo. A la base de ambos se aloja una particular concepción de cultura entendida como: ideas, acciones, ciertos modos de producción de obras o prácticas, formas de visibilidad y  conceptualización de las mismas, así como los  modos de exhibición y  circulación  de los productos que favorecen determinados encuentros. Me parece que esta noción de cultura, equivalente a lo que Rancière llama régimen de las artes,  es lo que se revoluciona, por lo tanto es clave que no se puede soslayar para comprender las transformaciones en ese régimen cuyos ejemplos son el documental La comuna de Watkins, y los productos del grupo Wu Ming. Dejemos para el final los comentarios acerca del alcance de esas transformaciones. Lo interesante de esta noción es que en  ella el término cultura no es entendido como mero producto sino como proceso que abarca a todo el sistema o régimen de la producción, circulación y recepción.  La pregunta implícita que actúa de disparador es ¿qué se entiende por cultura en este nuevo paradigma? Después de la cual vendrá como corolario –se me ocurre- la de si de ahora en más no tendríamos que hablar de cultura en lugar de arte.

Del mismo modo al enfocar el tema de la democratización se verá que comprende o debe comprender los distintos momentos del entero proceso. En el caso del documental,  La comuna, se hace manifiesta en toda la preparación previa de un colectivo que es convocado exprofeso para pensar la producción pero luego también a posteriori cuando sumada a la  película misma una asociación de 300 personas entre participantes y espectadores asiste y debate en las subsiguientes presentaciones. En el caso de las novelas de Wu ming, 54 y Manituana, el movimiento de democratización abarca también desde el momento de la producción puesto que es obra de un colectivo aunque más reducido, luego en el momento de la difusión puesto que se difunde gratuitamente a través de un blog, y finalmente en el de la recepción pues comprende también  la invitación al lector a participar a través de sus propios relatos. 

La pregunta que quería dejar para el final es ¿cuál es el alcance de la dicha democratización? Si abarca a todas las ramas del arte y a cuántas expresiones de cada arte. No será que queda reducida a aquellos que voluntariamente adopten la máxima cuasi kantiana de “actúa de tal manera que el proceso que integras sea de alguna manera compatible con alguna forma de experimentalismo democrático. 

 

Juan: En principio: el tema de la cultura. Me parece que Laddaga no se pregunta en general por la cultura, por lo que sería una cultura en general, sino por lo que llama la cultura de las artes. Se trataría de indagar las condiciones históricas y culturales que hacen posible la configuración de ciertas prácticas, ciertas instituciones, ciertos productos y ciertas ideas que forman el arte de una época. Pero a Laddaga, en ese sentido, le interesa indagar no solo en lo que es una cultura de las artes, sino en cómo se produce el pasaje de la cultura de las artes propia de la modernidad a la cultura de las artes propia de la contemporaneidad. De eso se trata su propuesta: de indagar la emergencia de otra cultura de las artes en el presente a partir de ciertos proyectos artísticos que empiezan a multiplicarse. Ahora bien, en este nuevo horizonte estético, se da algo que vos comentás muy bien: aquello que en el paradigma moderno del arte era considerado arte, la obra como producto, la obra como algo aislado y cerrado en sí mismo, en el presente parece diluirse en el ámbito más general de la cultura. El arte ahora tendría que ver fundamentalmente con generar ciertos espacios, ciertas acciones, como encuentros, interacciones, conversaciones.

En cuanto a la democratización creo que lo que importa en esta nueva cultura de las artes que intenta indagar Laddaga no es tanto la democratización, sino la construcción a nivel local de encuentros, vínculos, relaciones más o menos sostenidas en el tiempo de un grupo que no está dado de antemano y que puede ser más o menos numeroso. En ese sentido, me parece que la democratización tiene literalmente un sentido más fuerte y enfático que parece diluirse en los proyectos que analiza Laddaga: el sentido de participación popular, participación de todo un pueblo. Lo que se propone en los proyectos en que piensa Laddaga es mucho más modesto: construir relaciones y vínculos localmente, en espacios determinados, allí donde hay meros fragmentos, individuos aislados. El arte del presente consistiría cada vez más en esto según Laddaga: un trabajo colectivo, no solo en el sentido –como bien decís- de que en las diversas etapas del proceso el trabajo es colectivo y moviliza confundiéndolos a productores y receptores, sino también porque se trata de construir experimentalmente las condiciones para el surgimiento de una colectividad o una comunidad aunque sea microscópica.  

Mónica – Dos breves acotaciones. De acuerdo en que Ladagga no se pregunta por la cultura en general; soy yo la que me pregunto si dados los  enfoque actuales acerca del arte relacional y otros semejantes no deberíamos de aquí en más hablar de cultura en lugar de arte. Acaso de este modo obviaríamos la pregunta que nos quedó picando en la otra conversación acerca de qué es arte y todas las dificultades que nos planteaba. En todo caso es tema para pensar.

Juan: Me parece que en Laddaga hay un matiz que no está en Bourriaud. Me refiero a que Laddaga sigue pensando en última instancia en el arte como una suerte de campo -aunque ya no tal vez de objetos sino de prácticas- más o menos especializado y que no se diluye del todo en el campo de la cultura. Hay que precisar lo siguiente: para Laddaga en estos proyectos no se trata solo de generar encuentros o vínculos, como decíamos, sino de articular la producción de textos, imágenes y sonidos con la producción de esos espacios de encuentro y en este sentido Laddaga sigue pensando el arte como éste se pensó y se produjo hasta el siglo XX. Por otro lado, es sintomático que Laddaga hable de una emergencia de una nueva cultura de las artes, mientras que Bourriaud hable de la emergencia de una estética relacional: sabemos muy bien que esta palabrita, estética, no reenvía directamente al arte.    

Mónica: En cuanto al tema de la democratización pienso que para los fines que nos proponemos habría que tomarlo en ese sentido laxo o modesto, como decís, en que lo trata Ladagga, descartada por supuesto la participación de todo un pueblo. Se trata más bien de esos encuentros, de los que hablas,  más o menos duraderos y en los que se apunta sobretodo a renovar en la relación artista- espectador, relación sin duda clave para pensar el tema de la democratización.  Es más, creo que precisamente a lo que debemos apuntar es a pensar su sentido, esa diferencia, preguntarnos en qué consiste la democratización en el arte que, por supuesto, no ha de ser lo mismo que cuando nos referimos a un pueblo. Lo que me interesa por ahora es ir pensando  su alcance en cada caso. Por ejemplo en el del documental La comuna de Peter Watkins. Allí la democratización se da ya en el momento de la producción; se produce un borramiento de los fronteras que separan  al artista singular de un colectivo, ese grupo bastante numeroso -200 personas- que participaron en la creación-producción. Imagino que el documental es el resultado de un arduo trabajo preparatorio de todos los participantes, trabajo tanto de documentación y reflexión sobre los hechos como de entrenamiento actoral porque no eran actores profesionales. El resultado da cuenta de ello, trasunta alto grado de organización y toma de conciencia. Y esto luego se extiende al momento de la recepción donde también -según se cuenta-  cada exhibición era seguida de momentos interactivos de los creadores y los espectadores con perdón de la palabra porque ya no tendrían el carácter de tales  según el rol tradicional. No tenemos mucha información acerca de este segundo momento pero es de suponer que se amplía enormemente el rol activo del receptor. El documental, obra abierta, se continúa en los momentos de la exhibición-recepción.

Juan: De acuerdo, pensemos en el alcance de la democratización en un caso particular como es el caso de La comuna de Peter Watkins y en los mismos términos en que vos planteas la cuestión: democratización en la esfera de la producción y a su vez democratización en la esfera de la recepción. Me parece que hay un problema aquí, y es que Benjamin ya pensó esto pero no a partir de un documental del año 2000 sino a partir de las posibilidades de democratización que trajeron consigo ciertas tecnologías de reproducción desde la fotografía al cine en el pasaje del siglo XIX al XX. La fotografía, por una lado, democratizó o hizo algo más masiva la recepción: la reproducción de obras de arte por procesos fotomecánicos hizo que éstas pudieran ser experimentadas por un público mucho más amplio. El cine, por otro lado, hizo de la producción una instancia colectiva. En este sentido, la producción de cualquier película es una producción colectiva. No necesitamos esperar a un documental del año 2000 para pensar eso. La producción de toda película es una suerte de fábrica artística. Pero –sabemos- una fábrica. aún cuando sea artística. no implica en seguida democratización: ni libertad ni igualdad en la propiedad y en el uso de los medios de producción.    

Mónica: Me quedan algunos interrogantes. Para desarrollarlos quiero cotejar la obra a las ideas expuestas por Rancière sobre la relación arte política asumiendo cierto paralelismo entre el tema de esa relación y el proceso de democratización. No voy a citar a Rancière, voy a referirme a él según yo lo entiendo. Dice Ranciére: la política aparece cuando aquellos que no tenían el lenguaje, el tiempo, el espacio, lo toman. Cuando se produce una repartición de esas dimensiones. La política surge cuando se rompe el consenso de la sociedad estratificada, de los roles bien establecidos,  del zapatero a tu zapato. Cuando nuevos espectadores o actores se vuelven visibles y se reconfigura lo que se ve, lo que se siente, los modos de participación, o movilización, o manifestación, y –pienso yo- no cuando se hace experimentos aunque también pienso que acaso de estos podrían surgir nuevas configuraciones, nuevas maneras de ver y de sentir.

Por tanto para combatir la exclusión -dice Rancière- no se debe trabajar en la reparación de fracturas sociales sino en una reconfiguración de la  división de lo sensible donde las categorías de la consensualidad, el consenso acerca del lugar que toca a cada uno, queden puestas en tela de juicio, donde ya no se ocupen de los excluidos sino de la lucha contra la dominación poniendo de manifiesto el poder igualitario de la inteligencia y de la capacidad de intervención política. Restaurando competencias iguales las políticas estéticas de hoy intentan contrarrestar la despolitización consensual.

Y aquí me parece que hay que pensar en el otro texto de Rancière, El espectador emancipado, y reflexionar  sobre el papel del espectador, del excluido que puede ser espectador. Aparte de su rol receptor éste tendría un rol activo, como apropiador de su historia, como alguien que toma de conciencia de su posición social, siempre  y cuando el espectador, en tanto  excluido, en tanto comunidad, en tanto colectivo,  sea el creador de la obra. Y entonces vemos como se aplica bastante ajustadamente al caso de La Comuna donde aparentemente se da todo eso. Sin embargo, para no avanzar más allá de ese ejemplo, porque sino se hace muy largo,  me queda un interrogante, bueno varios pero comencemos con uno. Aceptado que en el ejemplo  aparece un artista, o  un creador colectivo que en el proceso de preparación y producción del documental realiza un importante trabajo de organización, investigación, reflexión, toma de conciencia y colaboración y que esto se continúa en el momento de la exhibición. Sin embargo la obra se la conoce como La comuna de Peter Watkins,  por lo cual parece que resulta difícil salir de la idea de obra de autor, a eso me refería en la charla anterior cuando decía que tendríamos que pensar largamente el tema del genio o al menos del artista singular, pensar, por ejemplo en el culto al director de cine.

Juan: Comparto tu percepción de este problema que –me parece- atraviesa el documental de Watkins. La comuna es finalmente la obra de un artista particular, que tiene cierta trayectoria y ciertos modos de pensar la producción cinematográfica -me parece que Laddaga tiene muy presente todo esto cuando hace una breve reseña de la trayectoria previa de Watkins-. En ese sentido, La comuna no se puede despegar de la figura de autor individual. Y por otro lado, no hay que olvidar lo que está detrás la discusión sobre el autor: no solo la cuestión más romántica del genio sino más crasamente la cuestión de la propiedad. El autor es –si nos vamos al fondo material de la cuestión- el propietario de la obra y Peter Watkins es aquí el propietario de La comuna.  Además en otro nivel la autoría se ve en el resultado del proceso de producción. Si algo define al arte cinematográfico, pienso, son dos elementos: en primer lugar, las tomas y por tanto el manejo de la cámara; en segundo lugar, el montaje, es decir, la edición, el corte y la yuxtaposición de las diversas tomas. La comuna muestra cierta maestría en ambos planos y en eso se vuelve a revelar como una obra de Peter Watkins. Pienso en los largos planos-secuencia, tan frecuentes, que conforman el procedimiento central en la construcción formal de la película. Esto lo sabe cualquier estudiante de cine: el plano-secuencia es una de las cosas más difíciles de lograr en cine, exige cierta maestría técnica, cierta destreza en el manejo de la cámara y en la organización de la escena, la dirección de los actores y del equipo de rodaje. En síntesis: me parece que no cualquier hijo de vecino puede hacer los largos planos secuencia que conforman la película.  

Mónica: Pero más allá de sí aceptamos o no lo del artista singular, si la obra la pienso desde los postulados de Rancière, me suena como que se trata de otra cosa, que Ranciére está pensando en algo más autogestionario y que el cambio en el régimen de las artes no llega a producirse en este caso. Luego podemos hilar más fino, de lo que resulta que quizás la toma de conciencia por parte de los participantes no es muy profunda; los personajes y las fuerzas enfrentadas se dividen muy groseramente en los buenos y los malos, falta tratamiento dialéctico. Ambos bandos son excesivamente homogéneos: en el bando popular una total toma de conciencia sin fisuras, del otro bando un rechazo absoluto y monolítico del acontecimiento revolucionario.

Y volviendo al tema de la democratización en verdad parece que se tratara de un objetivo contradictorio porque quiere ofrecer a todos el goce del distanciamiento estético y a la vez se propone reducir ese distanciamiento para que les llegue a todos. Pero este es otro tema para otra discusión.