La ola, La Cámpora y las asosciaciones desafortunadas

Hace unas semanas a propósito de los festejos de otro aniversario patrio y de la participación de los jóvenes cayeron comparaciones de las juventudes hitleristas y la organización de la Cámpora. Aunque la desafortunada comparación provenía de  un miembro de la oposición ya harto conocida por sus objetivos meramente destituyentes, y fue repudiada por una gran mayoría, me interesó el comentario de una oyente radial “cuidado con estas comparaciones porque los jóvenes que desconocen van a pensar que el nazismo es bueno”. 

Hace unas semanas a propósito de los festejos de otro aniversario patrio y de la participación de los jóvenes cayeron comparaciones de las juventudes hitleristas y la organización de la Cámpora. Aunque la desafortunada comparación provenía de  un miembro de la oposición ya harto conocida por sus objetivos meramente destituyentes, y fue repudiada por una gran mayoría, me interesó el comentario de una oyente radial “cuidado con estas comparaciones porque los jóvenes que desconocen van a pensar que el nazismo es bueno”.

Por pura coincidencia, por esas cosas que nos caen de Internet sin buscarlas, ya que yo no conocía su existencia, anteanoche vi la película La ola del director alemán  Dennis Gansel Se trata de un hecho de la vida real, por lo cual no hay mucho que cuestionar porque si pasó, pasó. En verdad se trata de un experimento. Un profesor, en la realidad,  de un Instituto de Palo Alto, California, en la película  de un colegio alemán, queriendo mostrar a los estudiantes incrédulos que es posible un resurgimiento del nazismo, los organiza en un grupo bajo consignas de solidaridad, disciplina y sentimiento de comunidad. Al poco tiempo, en el transcurso de aproximadamente una semana lo que había comenzado con buena onda y entusiasmo se desvirtúa y provoca hechos repudiables de violencia. El presupuesto  que está por debajo es que el profesor los organiza con cierto grado de autoritarismo por lo cual el grupo se retroalimenta y necesariamente producirá autoritarismo y violencia.

El problema está en la definición de los atributos del grupo. Lo que más suena al comienzo de la propuesta son una seria de atributos positivos:  camaradería, solidaridad, la unión hace la fuerza, todos los cuales traen reminiscencias de interesantes eslóganes del campo popular “el pueblo unido jamás será vencido”, “el siglo XXI nos hallará unidos o derrotados”, el más reciente de “la patria es el otro”. Valga señalar uno de los gestos-signos más apreciables cuando el profesor dispone los lugares de los estudiantes de manera que los más avanzados puedan ayudar a los que lo necesiten.  Guiado por esos ideales el grupo logra rescatar de la exclusión y el verdugueo constante a uno de ellos que comienza a recuperar algo de su autoestima y les está por tanto agradecido. No obstante este personaje tiene graves problemas y será quien al final provoque los hechos de violencia rematados por su suicidio,

Por otra parte el grupo adversario, porque siempre hay un otro, práctica desde siempre la violencia gratuita y arbitraria, la discriminación y la denigración del más débil. Son cosas de la vida, los provocadores de siempre,  cosas infinitamente vistas en películas varias referidas a la vida en instituciones educativas, tema de La ciudad y los perros y de tantas otras novelas y cuentos.                                       

La pregunta es: ¿qué buscaba el profesor? ¿Demostrar que siempre es posible el resurgimiento del nazismo cuando un grupo se conforma con métodos autoritarios, o que tal es posible cuando se intenta cohesionarlo con ideales de solidaridad y ayuda mutua? O acaso pensó el profesor que ambas cosas van siempre juntas. La pregunta es válida porque tal como señalamos hasta muy avanzada la película, el grupo parece adornarse de las mejores cualidades: igualitarismo, espíritu de camaradería, colaboración y ayuda mutua, repudio del individualismo y de actitudes egoístas. Los detalles de gestos acaso erróneamente catalogados de autoritarios se dan sólo en los primeros pasos por obra del profesor: ponerse de pie, respirar, ejercicios de relajación, luego camisa blanca, todos, sin embargo, pautas o reglas que pueden ser comunes o similares a cualquier grupo de yoga, terapias alternativas, prácticas deportivas.  En relación a ciertas teorizaciones acerca del comportamiento de las masas o su relación con el líder (Le Bon, Canetti) que puedan aplicarse al caso, valga señalar cierta ambigüedad. Por una parte se pretende que hay, o suele darse en esos casos, una vínculo de manipulación y sometimiento, por otro, a la inversa que el grupo actúo por las suyas y al profesor  se le escapó el control. De hecho, hay que admitir que el grupo adquiere vida propia que se desarrolla en forma independiente del maestro, y que el desenlace trágico se podría haber evitado aún, y acaso mejor, sin la intervención del maestro.

Que es lo que provoca el fatal desenlace. Me atrevo a suponer que este se debió en parte al desequilibrio mental de Tim, el muchacho permanentemente acosado por el grupo rival pero fundamentalmente por el mal manejo del profesor que ya desde su diseño concibió la existencia del grupo como conducente al descalabro. Para que la película tenga cierta coherencia no puede sostenerse que el profesor se sorprenda de los desvíos posibles ya que el diseño mismo del grupo respondía a ese fin: demostrar la posibilidad de esa desviación la que finalmente forzó cuando en lugar de llamar la atención para no salirse de sus objetivos de solidaridad y ayuda mutua, exaltó los ánimos y provocó el desastre. El destino ya estaba impreso en el origen, al menos para el profesor cuyo accionar estaba guiado por una idea a priori de la naturaleza y el funcionamiento de todo grupo, no así para el espectador a quien la deriva de la historia lo lleva a esperar que un grupo conformado sobre ideas de solidaridad, ayuda mutua, acción colectiva, pueda por sí mismo erradicar deformaciones provenientes de actitudes inspiradas por el sectarismo, la egolatría y la competencia.  

Hasta aquí la película que sirvió de pretexto a este comentario, no sin antes una breve reflexión. Hay un complejo mosaico de aspectos que se cruzan y que habría que analizar con mirada meticulosa. Esta tendría que permitirnos ver a contrapelo de lo dicho y argumentado. Cabe la sospecha que detrás de la aparentemente bien intencionada meta de advertir sobre el peligro de resurgimiento de experiencias nazistoides se esconda una acrítica opción por otras lacras: el individualismo, el egoísmo, la competitividad, de alguna manera cierta preferencia por “el no te metás”, el rechazo de lo grupal, del número, de lo colectivo. Nótese que el horrible desenlace fue resultado de una acción individual, por cierto de un alterado mental, un caso de los muchos ocurridos en colegios de USA, sin intervención de ningún grupo.

Quiero ahora abordar desde una mirada más general estas argumentaciones, acompañadas de ciertas asociaciones un tanto apresuradas, con cierta intencionalidad, difícil de disimular. Vuelvo a las palabras de la oyente radial, vuelvo a nuestra actualidad. Se han vuelto frecuentes los ataques a la Cámpora, su asociación con las juventudes hitleristas. Estos ataques en boca de miembros de la oposición de derecha han sido justamente repudiados, sin embargo estas voces se difunden y confunden: algunos menos osados atacan al grupo como cuerpo, su sentimiento de pertenencia, el uso de chalecos distintivos.  A propósito de la ayuda que la organización brindaba a los damnificados por las inundaciones, se les pedía que se los saquen; el mismo motivo -camisas blancas- que era rechazado en la película.  Lo peligroso de la estigmatización de la juventud organizada y solidaria no está en esas voces irracionales, los Aguinis, los Morales Solá, cuyas intenciones son harto conocidas sino de esa misma estigmatización cuando  viene de la razonabilidad de una película de director estimado, premiado, que tuvo un éxito considerable y que todo hace pensar que quiere prevenir sobre una nueva caída en la barbarie. Hay una mezcla oculta, acaso inconsciente, por cierto errónea, de un afán legítimo de prevenir sobre el peligro del resurgimiento del nazismo, con el temor al número, a las juventudes organizadas en pos de ideales, al sentimiento de pertenencia, a la acción colectiva. Hay por cierto un reduccionismo epistemológico de las relaciones entre causas y efectos que rehuye el estudio pormenorizado, meticuloso, de los casos singulares para apresurarse con las conclusiones en un círculo cerrado de pretendida universalidad.