Ramas y Ramales
Del lado de allá
En Lima las gentes del exilio se dividían en dos ramas o bien habría que decir en dos ramales como si se tratara de la misma línea que a veces realizaba un recorrido más selecto y a veces se perdía por los suburbios. Ramas o ramales se definían no por la ideología pues todos profesábamos la misma fe revolucionaria sesentista o setentista, unos más hacia la I, otros más hacia la R de reformistas, sino por los barrios a los que llevados por la corriente habían unos ido a parar, o en los que otros habían deliberadamente parado después de una detenida selección acorde con la propia estima de su rango social; y así acorde también con ese status de adopción se desarrollaba su vida social
En Lima las gentes del exilio se dividían en dos ramas o bien habría que decir en dos ramales como si se tratara de la misma línea que a veces realizaba un recorrido más selecto y a veces se perdía por los suburbios. Ramas o ramales se definían no por la ideología pues todos profesábamos la misma fe revolucionaria sesentista o setentista, unos más hacia la I, otros más hacia la R de reformistas, sino por los barrios a los que llevados por la corriente habían unos ido a parar, o en los que otros habían deliberadamente parado después de una detenida selección acorde con la propia estima de su rango social; y así acorde también con ese status de adopción se desarrollaba su vida social. Había las soirées de gala organizadas por las damas elegantes esposas de funcionarios que si allá eran nacionales aquí se habían transformado en internacionales y se ligaban fácilmente con la alta alcurnia limeña, y había los tonos limeños donde los exilados proletas se codeaban con la bohemia peruana; pero había también los que circulaban por ambos recorridos y servían de testigos pues, es sabido la grandeza para ser grande necesita de los testigos. Beba era una de esas correas de trasmisión, escogida por las damas patricias en razón de reunir ciertos requisitos de vivienda y estilo, cumplía cabalmente esa función; a Beba le encantaba provocar envidia y a la pobre Lili la tenía totalmente apabullada por las noticias de aquellas reuniones exclusivas en las mansiones amuralladas de la zona de Monterrico. "No sabes lo que fue anoche, hasta con trajes largos, en la casa de Luz Marina Salazar Vazquez , estaba toda la crema limeña. Lili mira a Beba y mira la silla sobre la que se sienta, la mesa sobre la que se apoya; es parte del rústico mobiliario adquirido en la feria de Surquillo, demasiado escaso para el tamaño tipo pampa de los departamentos de San Felipe y sin duda demasiado vulgar para el ilustre trasero de Beba que encontrará la manera de hacer correr en sentido inverso a través de los ramales la noticia del estado precario de los habitantes de San Felipe.
Beba en su condición de correa de transmisión era el caso típico de ramal ya que según la ocasión cumplía uno u otro recorrido pero ella en sí misma no pertenecía a ninguna parte, Beba era lo que se puede decir un chiste. Por entonces Ariadna inspirada acaso por la persona de la propia Beba distinguía esos dos tipos, las personas en serio y las personas en chiste, clase donde ubicaba a Beba no porque tuviera sentido del humor que no lo tenía y era más bien tirando a dramática sino porque no alcanzaba la categoría rasa de persona. Toda ella pura broma, pura caricatura, se diría casi un personaje desertado del mundo de la historieta y colado al mundo real. Autoengaño por dentro, simulacro por fuera, ¿qué era Beba? Como decía tía Emilia, esas cosas te la pintan de cuerpo entero; había dos o tres sucesos repetidos con harta frecuencia pero paradigmáticos en su significado que alcanzaban para pintarla de frente, de perfil y de enterísimo cuerpo.
Como mi dolor ninguno. Beba había descubierto que ella sentía, es más estaba convencida que sentía en magnitud insuperable, el dolor y la alegría eran de ella, propiedad privadísima, exclusiva, por ello sentir algo al lado de ella era como usurpar su territorio. Cuando un acontecimiento por sus dimensiones afectaba a todos, a algunos o al reducido grupo de los amigos, si Beba estaba presente no había nada que hacer salvo hacerse literalmente a un lado para dejar que su sentimiento aflorara en desparramo: suyas serían las lágrimas, suya la alegría –solía incluso apropiarse de los dolores ajenos- que por lo demás dado el carácter de chiste que emanaba de su persona siempre parecían afectadas.
Beba era poetisa, así se definía ella por aquel entonces en que tenía en su haber una media docena de poemas, esa era su carta de presentación. Existía por entonces una pregunta que a Lili enervaba en grado sumo pero que se había puesto de moda como fórmula de presentación: ¿vos que hacés? Esa pregunta estaba preferentemente en boca de aquellos que se sentían cómodamente realizados y querían azuzar a los otros para incomodarlos. Beba era uno de esos que vivían en la certeza de su realización personal (y era entre otras cosas por ello que Ari la tenía agrupada entre los chistes) por lo que siempre tenía en la boca la hincante pregunta que desparramaba por donde fuere no tanto para indagar sobre los otros sino para definirse a sí misma y hacer trastabillar el dulce olvido de su contrincante. Cierta vez que Lili había ido a visitarla con su entrañable amiga Caro, Beba no pudo contenerse y ya por el filo de las despedidas lanzó su dardo ¿y vos que hacés?, le preguntó a Caro. Caro no se sorprendió mucho de la pregunta por lo que estaba de moda y uno nunca sabía cuando le caía; recorrió los recovecos de su existencia, sus penurias económicas, sus paltas familiares y respondió como la mejor síntesis de ese caos interno que la abrazaba: "Vivo". Beba se descolocó, la sangre se le subió, lanzó una mirada distraída por la sala y la posó en el rincón del pequeño y coqueto escritorio donde yacía un cuaderno abierto con una lapicera al costado, esa era la prueba de lo que ella era, poetiza, pruebas que ella preparaba minuciosamente para el mostrar cuando la pregunta ausente del otro no le daba la oportunidad del decir. Pero arteramente nadie le preguntó que hacía ella y el "Vivo" de Caro siguió resonando como una risa burlona hasta que las visitas se despidieron y entonces Beba cerró el cuaderno guardó la lapicera y se fue a dormir.