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Uno entra en el mundo de Kafka como en un mundo fascinante, fantasía más real que toda realidad: un castillo realmente existente, personajes del común, ni santos, ni criminales, un viajante de comercio, un agrimensor, un padre de familia. ¿Qué es lo que da a ese mundo su carácter fantasmagórico? Acaso no otra cosa que la devolución del asombro. Kafka no es un rebelde, pero Kafka no se deja domesticar, apuesta siempre una vez más a un orden utópico. Pero ¿por qué hablar de un orden utópico?. Habría que extraer de la palabra sus sentidos sepultados por los sedimentos del uso, decir por ejemplo, un orden que todavía no ha lugar, porque la literatura kafkiana no se diluye en la lógica de lo habitual, por el contrario actúa como una fuerza que la desmenuza y anula.
Fragmento de la conversación surgida en el curso de las reuniones del Seminario de Estética y política a partir de la lectura de Estética relacional de Nicolas Bourriaud,Estética de la emergencia de Reinaldo Ladagga y La sociedad del espectáculo de Guy Debord, de la cual participaron 3 miembros del grupo.
M: Me parece que el tema central de estas lecturas es el pasaje, tal como lo plantea Guy Debord, de la sociedad del espectáculo a la sociedad de figurantes para el cual sería clave la noción de arte relacional. El pasaje tiene que ver con el cambio de una actitud de observación pasiva del receptor, a la de participante activo. Un pasaje que va de la primacía de lo visual al contacto, lo táctil, el encuentro. De la tv al video-juego. De esto surge una serie de diferencias interesantes siempre en la misma línea. En primer lugar la noción de arte que ya no sería una serie de objetos colocados en un relato llamado historia del arte, sino una actividad que consiste en producir relaciones con el mundo con la ayuda de signos, formas, gestos u objetos. (ver para más detalles el post Glosario sobre estética relacional)
Moni- Sobre este tema de la relación entre estética y política hoy tan en boga hay varios puntos de abordaje; comenzaremos por uno de los más antiguos que viene de lejos, época de las vanguardias o un poco antes con la instalación de la alternativa entre arte comprometido o arte por el arte.
Alego – Uno de ellos que no el más antiguo pero si el más paradigmático es el de Sartre, un pensador con una posición clara acerca del compromiso, hoy visto como una antigualla, ya nadie plantea de ese modo la cuestión. Decía Sartre, “la literatura debe ser comprometida, es un acto, es acción que tiene una función social”. No obstante va a insistir en que esto no ha de ser al precio de su degradación. No se puede olvidar la literatura ni colocarla en segundo plano.
Para hablar del tema de la técnica en Heidegger tenemos que hablar del problema de la metafísica el cual aunque no se exprese en esos términos vincula a su vez con el tema del proceso civilizatorio. Preguntarnos sobre ese proceso, que lo mismo podríamos llamar historia de Occidente, exige para Heidegger hacer historia de la metafísica, esto es, hacer nuevamente su recorrido. Nos hallamos frente a un cambio en el modo de abordaje y en la índole de las preguntas, un cambio, que al identificar el proceso civilizatorio con la historia de la metafísica, vuelve a colocar a la filosofía en un lugar central respecto a la crítica de ese patrón civilizatorio. Desde esta perspectiva, el destino histórico de una cultura viene fijado por una precomprensión colectivamente vinculante de lo que acaece.