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Los descendientes
Director: Alexander Payne
Caso ejemplar de ese no reproducir una situación sino de crear una situación del que nos habla Brecht a propósito del teatro épico. La de un esposo y padre en estado de perplejidad porque el coma de su mujer después de una accidente de surf, le hace rever su vida, primero a punta de promesas atento en sus dos roles: como esposo para la cuasi abandonada esposa en razón del enfrascamiento, llámese adicción al trabajo o simple descuido porque ¿qué tanta era la necesidad de borrarse? Como padre por idénticas razones. Se pregunta Matt qué hacer con una hija de 10 años, que casi no ha tratado, que no conoce, rebelde más de lo que su imaginación pueda concebir. La película abre con estas elucubraciones de Matt, sus promesas de buen marido y mejor padre si es que ella despierta, que despierte por dios. Del lado del espectador similar perplejidad y varias preguntas de dirección invertida. ¿Quién es este singular padre que no conoce a su hija de 10 años y menos seguramente a la adolescente de 17 que apenas ha nombrado, y que en los últimos tiempos casi no ha hablado con su mujer?
Paseando por el Hades en busca de conversación, Sócrates se encuentra con Nietzsche, ante quien se defiende de las acusaciones que éste le hace, inspiradas en sus obras El nacimiento de la tragedia y El ocaso de los dioses.
Nietzsche: ¡Eh!, tú, qué haces ahí agazapado entre los escombros, todavía estás ahí, todavía tenemos más Sócrates, más de esta enfermedad, esta decadencia de los instintos. Pensar que vaticiné años atrás que esta enfermedad, que bauticé espíritu científico, terminaría algún día, transformada en serpiente acabaría mordiéndose la propia cola, que surgiría nuevamente la necesidad de arte, que Dionisos, el más excelso de los dioses, retornaría triunfante. Pero aquí estás tú otra vez escondido entre esas mismas ruinas que esparció el hartazgo del hombre teórico. ¿Por qué esta aparición que me hace subir la fiebre y no da descanso a mi espíritu?
Sócrates: No te irrites, no guardo ningún rencor hacia ti y no soy un reaparecido. He estado siempre merodeando por estos lugares, siempre a escondidas porque no eres el único que me ha atacado, he sido condenado al destierro por las mismas fuerzas que crees que yo represento. He bebido la cicuta para escapar a esa condena, pensé que ése era el pasaporte para ingresar en el mundo de los inmortales y lo hice porque creí que de ese modo podría conversar con espíritus más libres como tú. Debí esperar siglos y, después de hacerlo, contemplar con desaliento que también tú me rechazas tomándome por uno de ellos.
N: No quieras engañarme, viejo zorro; tú has sido el asesino de todo aquello que los griegos tenían de más bello, su arte, su tragedia; has matado a Dionisos, lo has desterrado condenándolo a vagar como alma en pena por los siglos.
S: Tú solo te engañas, ya antes de que yo empezara a balbucear, existía un espíritu antidionisíaco, tú lo sabías y lo señalabas ya en alguna página de El nacimiento de la tragedia, entreverado por cierto con las acusaciones que me hacías, aunque ahora simules haberlo olvidado.
Una forma de comunicación
En la obra de Kierkegaard el concepto de ironía tiene un papel destacado, con él comienza, a él consagra una disertación, es el tema de su tesis doctoral, la ironía socrática, la ironía romántica. Obra escrita para académicos, se explaya sobre la ironía recogiendo opiniones filosóficas, contrastando, exponiendo pros y contras, ubicándola en estilo hegeliano en el conjunto de la historia universal. La ironía es una pausa, un momento a ser superado. El autor evalúa, mide, determina su componente de negatividad.
En Sócrates la ironía no logra alcanzar la idea, de nada le vale para relacionarse con el mundo, no enriquece su experiencia. Aparece la imagen de las nubes, inestables, difusas, las que adoptan todas las formas posibles pero no se estabilizan en ninguna. El ironista siempre está de viaje, su reclamo es que siempre se le repita la oportunidad, la libertad de recomenzar, se quiere negativamente libre, su entusiasmo destructivo supone aniquilar la realidad a la vez que su propia realidad.1
Para Marcelo, Eleana y Manuela interesados en la figura del maestro.
Un modo de estar en el mundo
Cómo acercarnos a Sócrates, Sócrates el ironista, no el filósofo, cómo tocarle el hombro para que se dé vuelta y evitar la carcajada del ironista. Dice Nietzsche que “un extranjero que entendía de rostros, pasando por Atenas le dijo a Sócrates en su cara que era un monstruo, que abrigaba dentro de sí todos los peores vicios e inclinaciones. Y Sócrates se limitó a responder: ‘Me conoces bien, señor’”. La fealdad irrumpiendo en medio de la bella aristocracia griega, perdón, digo la bella eticidad griega, lo grotesco, lo deforme, el desaliño. Cuenta Platón que hubo de lavarse los pies para asistir al banquete.2 Su figura, ella misma el chiste, la extravagancia, la ironía, la tempestad en medio de la serenidad helénica, una ruptura, un torpedo.
Por Enrique Del Percio
Estimada Mónica:
Nuestro amigo Mariano me solicitó que hiciera la reseña de su libro, y ahora que lo terminé creo que más que haberlo leído he dialogado con usted, por lo que si me lo permite quisiera continuar el diálogo a través de esta “carta abierta”, en todos los sentidos que hoy tienen para nosotros estas dos palabras. Es estimulante ver que aún se hace y se publica filosofía en serio, en tiempos en que algunos creen que el objeto de estudio de la filosofía es la filosofía y escriben papers tan aburridos como intrascendentes (eso sí: publicados en revistas con referato), mientras otros suponen que se puede hacer filosofía con el mismo rigor analítico que emplea mi tía Eduviges para pontificar –con más certeza que un taxista, pero sin tomarse el trabajo de leer ni los diarios– acerca de todos los problemas que aquejan a la humanidad.
Fragmento de Los griegos en escena
Los griegos gustaban de los enigmas, por eso crean dioses que gustan de los enigmas. Abunda la literatura donde se dice que los dioses son veraces y engañosos, donde se dice que Apolo que es el dios que se comunica a través de la sacerdotisa, el dios del oráculo, es un dios que hiere de lejos. Se cuenta en la Ilíada que Apolo lanza sus flechas causando enfermedad y muerte en el campo de los aqueos, también lanza enigmas que son como flechas que siembran muerte. Apolo es el dios solar, dios de la luz, pero también está asociado a la oscuridad, al misterio y a la sabiduría. Dice Heráclito: "El señor a quien pertenece el oráculo que está en Delfos no afirma ni oculta, sino que indica". Apolo dios de la adivinación, dios que conoce el porvenir, lanza enigmas que son desafíos, quiere y no quiere que los hombres comprendan.
Somos el equipo de la cátedra de Estética del IUNA, Instituto universitario nacional del arte, de los departamentos de Artes visuales y Crítica de arte. Trabajamos juntos desde la existencia de la Cátedra en el 2003; algunos desde el comienzo, otros se fueron incorporando. Paralelamente al dictado de las materias Estética I y II y Filosofía hemos desarrollado actividades de investigación en el marco de proyectos IUNACYT. Estas supusieron reuniones periódicas para comentar textos previamente propuestos para la lectura, o bien la lectura de trabajos propios para enriquecerlos con los aportes del grupo.
Director: Michael Haneke
Palma de oro en el festival de Cannes, 2009.
En un villorrio sin nombre y con identidad difusa se suceden una serie de accidentes, muertes, calamidades que van tejiendo un entramado de misterio. Pero no es una película de misterio. De esta le falta el hilo conductor de un hecho a dilucidar, aquí -como decíamos- se entretejen hechos heterogéneos de los cuales sólo al comienzo se supone que provienen del mismo autor, un grupos de chicos que forman parte del coro del pueblo. En razón de las características diferentes de los sucesos no tardan en despuntar distintas interpretaciones.
Fragamentos de conversación a partir de las lexturas de Ranciére, Ladagga y oros,
Mónica: Todo gira en torno a dos motivos estrechamente vinculados; el del rol activo del lector o espectador y el de la democratización del arte; como veremos el primero no es más que un aspecto del segundo. A la base de ambos se aloja una particular concepción de cultura entendida como: ideas, acciones, ciertos modos de producción de obras o prácticas, formas de visibilidad y conceptualización de las mismas, así como los modos de exhibición y circulación de los productos que favorecen determinados encuentros. Me parece que esta noción de cultura, equivalente a lo que Rancière llama régimen de las artes, es lo que se revoluciona, por lo tanto es clave que no se puede soslayar para comprender las transformaciones en ese régimen cuyos ejemplos son el documental La comuna de Watkins, y los productos del grupo Wu Ming. (Dejemos para el final los comentarios acerca del alcance de esas transformaciones). Lo interesante de esta noción es que en ella el término cultura no es entendido como mero producto sino como proceso que abarca a todo el sistema o régimen de la producción, circulación y recepción. La pregunta implícita que actúa de disparador es ¿qué se entiende por cultura en este nuevo paradigma? Después de la cual vendrá como corolario –se me ocurre- la de si de ahora en más no tendríamos que hablar de cultura en lugar de arte.
Por Juan Albin
Sin duda Rousseau ocupa una posición central en la reflexión estética de los comienzos de la modernidad. Por eso, en primer lugar nos ocuparemos aquí de ciertas nociones de claro sentido crítico que luego serán retomadas por pensadores posteriores, en especial los de las generaciones románticas. Tales son: propuestas estéticas alternativas como la fiesta, en tanto espectáculo que evita las representaciones y la música en tanto lenguaje originario, ambas sólo comprensibles en el marco de la crítica profunda del estado social presente que lleva a cabo Rousseau. En segundo lugar, se trata de reconocer la gran influencia que Rousseau tuvo en la reflexión estética posterior y a la vez el poco reconocimiento que tiene esa influencia. En efecto, su aporte para la estética parece haber quedado borrado tras un pasaje famoso de la Crítica del Juicio. ¿Qué es un juicio estético?, se pregunta Kant allí. ¿Qué sería un juicio estético, por ejemplo, ante la vista de un palacio?
Ariadna, yo con este nombre extraño completamente circunstancial, construido por oposición masculino-femenino, devenido luego en Ariadna y así sea desde ahora, doy comienzo a estas memorias un día por el que declina agosto. Llueve son las seis de la tarde, mientras transito en el vehículo más plebeyo. Siglos me separan de la voluntad de marcar la diferencia por las señales de sangre, -léase a causa de mi propia pertenencia a un bajo rango o bien de la necesidad de ocultarla por una cuestión de status-. Es la libertad que concede el carecer. Y sin embargo me seduce la imagen de los espacios nobles para estas actividades del buceo en el recuerdo.
Guión: Paul Laberty
Dirección: Iciar Bollain
En la película se superponen dos épocas separadas por 500 años, el de la llegada y desembarco de Colón y la del año 2000 en Bolivia, marcada por los acontecimientos de lo que se ha dado en llamar la guerra del agua. Superposición a la vez de tres enfrentamientos: uno en aquél pasado de la conquista y dos en el presente.
Un ritmo que nunca decae sostiene la película desde la primera escena hasta la última. En su línea argumental se van engarzando con gran plasticidad pequeños y grandes conflictos que se van potenciando a medida que avanza la película en un entrecruzamiento audaz de ficción y realidad donde la realidad es actualidad y la ficción es también realidad pero histórica.