José María y Rosa se conocen en la cola del supermercado y viven una apasionado romance. Él es albañil en la construcción de la vuelta; ella, empleada doméstica en la gran mansión de la esquina. Desde el mismo comienzo él tiene encontrones de chavón enervado, con el portero, personaje oscuro; con Israel, el enlace turbio del oscuro portero, ofuscadamente racista hasta el delirio; luego con el capataz a quien mata, hecho que sucede por detrás de la escena. Nos enteramos más tarde. Desde las primeras páginas la novela estará impregnada de un clima de tensión, violencia por momentos solapada como desde tras las escena, por momentos manifiesta abrupta y breve. En una salida de los patrones de Rosa, María, que así comenzará a llamarlo Rosa como extraña abreviatura para un varón –más extraña aceptación del varón mismo-, comenzará a incursionar por la mansión en repetidas visitas hasta que un día, los dueños adelantan su regreso y María queda atrapado en la mansarda, nadie lo sabrá y durante años vivirá como fantasma entre huellas, indicios y sospechas.

Paseando por el Hades en busca de conversación, Sócrates se encuentra con Nietzsche, ante quien se defiende de las acusaciones que éste le hace, inspiradas en sus obras El nacimiento de la tragedia y El ocaso de los dioses.

Nietzsche: ¡Eh!, tú, qué haces ahí agazapado entre los escombros, todavía estás ahí, todavía tenemos más Sócrates, más de esta enfermedad, esta decadencia de los instintos. Pensar que vaticiné años atrás que esta enfermedad, que bauticé espíritu científico, terminaría algún día, transformada en serpiente acabaría mordiéndose la propia cola, que surgiría nuevamente la necesidad de arte, que Dionisos, el más excelso de los dioses, retornaría triunfante. Pero aquí estás tú otra vez escondido entre esas mismas ruinas que esparció el hartazgo del hombre teórico. ¿Por qué esta aparición que me hace subir la fiebre y no da descanso a mi espíritu?

Sócrates: No te irrites, no guardo ningún rencor hacia ti y no soy un reaparecido. He estado siempre merodeando por estos lugares, siempre a escondidas porque no eres el único que me ha atacado, he sido condenado al destierro por las mismas fuerzas que crees que yo represento. He bebido la cicuta para escapar a esa condena, pensé que ése era el pasaporte para ingresar en el mundo de los inmortales y lo hice porque creí que de ese modo podría conversar con espíritus más libres como tú. Debí esperar siglos y, después de hacerlo, contemplar con desaliento que también tú me rechazas tomándome por uno de ellos.

N: No quieras engañarme, viejo zorro; tú has sido el asesino de todo aquello que los griegos tenían de más bello, su arte, su tragedia; has matado a Dionisos, lo has desterrado condenándolo a vagar como alma en pena por los siglos.

S: Tú solo te engañas, ya antes de que yo empezara a balbucear, existía un espíritu antidionisíaco, tú lo sabías y lo señalabas ya en alguna página de El nacimiento de la tragedia, entreverado por cierto con las acusaciones que me hacías, aunque ahora simules haberlo olvidado. 

Una forma de comunicación

En la obra de Kierkegaard el concepto de ironía tiene un papel destacado, con él comienza, a él consagra una disertación, es el tema de su tesis doctoral, la ironía socrática, la ironía romántica. Obra escrita para académicos, se explaya sobre la ironía recogiendo opiniones filosóficas, contrastando, exponiendo pros y contras, ubicándola en estilo hegeliano en el conjunto de la historia universal. La ironía es una pausa, un momento a ser superado. El autor evalúa, mide, determina su componente de negatividad.

 En Sócrates la ironía no logra alcanzar la idea, de nada le vale para relacionarse con el mundo, no enriquece su experiencia. Aparece la imagen de las nubes, inestables, difusas, las que adoptan todas las formas posibles pero no se estabilizan en ninguna. El ironista siempre está de viaje, su reclamo es que siempre se le repita la oportunidad, la libertad de recomenzar, se quiere negativamente libre, su entusiasmo destructivo supone aniquilar la realidad a la vez que su propia realidad.1

 

 

Para Marcelo, Eleana y Manuela interesados en la figura del maestro.

 

 Un modo de estar en el mundo

Cómo acercarnos a Sócrates, Sócrates el ironista, no el filósofo, cómo tocarle el hombro para que se dé vuelta y evitar la carcajada del ironista. Dice Nietzsche que “un extranjero que entendía de rostros, pasando por Atenas le dijo a Sócrates en su cara que era un monstruo, que abrigaba dentro de sí todos los peores vicios e inclinaciones. Y Sócrates se limitó a responder: ‘Me conoces bien, señor’”. La fealdad irrumpiendo en medio de la bella aristocracia griega, perdón, digo la bella eticidad griega, lo grotesco, lo deforme, el desaliño. Cuenta Platón que hubo de lavarse los pies para asistir al banquete.2 Su figura, ella misma el chiste, la extravagancia, la ironía, la tempestad en medio de la serenidad helénica, una ruptura, un torpedo.

 

Somos el equipo de la cátedra de Estética del IUNA, Instituto universitario nacional del arte, de los departamentos de Artes visuales y Crítica de arte. Trabajamos juntos desde la existencia de la Cátedra en el 2003; algunos desde el comienzo, otros se fueron incorporando. Paralelamente al dictado de las materias Estética I y II y Filosofía hemos desarrollado actividades de investigación en el marco de proyectos IUNACYT. Estas supusieron reuniones periódicas para comentar textos previamente propuestos para la lectura, o bien la lectura de trabajos propios para enriquecerlos con los aportes del grupo.

Fragamentos de conversación a partir de las lexturas de Ranciére, Ladagga y oros,

Mónica: Todo gira en torno a dos motivos estrechamente vinculados; el del rol activo del lector o espectador y el de la democratización del arte; como veremos el primero no es más que un aspecto del segundo. A la base de ambos se aloja una particular concepción de cultura entendida como: ideas, acciones, ciertos modos de producción de obras o prácticas, formas de visibilidad y  conceptualización de las mismas, así como los  modos de exhibición y  circulación  de los productos que favorecen determinados encuentros. Me parece que esta noción de cultura, equivalente a lo que Rancière llama régimen de las artes,  es lo que se revoluciona, por lo tanto es clave que no se puede soslayar para comprender las transformaciones en ese régimen cuyos ejemplos son el documental La comuna de Watkins, y los productos del grupo Wu Ming. (Dejemos para el final los comentarios acerca del alcance de esas transformaciones). Lo interesante de esta noción es que en  ella el término cultura no es entendido como mero producto sino como proceso que abarca a todo el sistema o régimen de la producción, circulación y recepción.  La pregunta implícita que actúa de disparador es ¿qué se entiende por cultura en este nuevo paradigma? Después de la cual vendrá como corolario –se me ocurre- la de si de ahora en más no tendríamos que hablar de cultura en lugar de arte. 

 

Por Juan Albin

Sin duda Rousseau ocupa una posición central en la reflexión estética de los   comienzos de la modernidad. Por eso, en primer lugar nos ocuparemos aquí de ciertas nociones  de claro sentido crítico que luego serán retomadas por pensadores posteriores, en especial los de las generaciones románticas. Tales son: propuestas estéticas alternativas como la fiesta, en tanto espectáculo que evita las representaciones y la música en tanto lenguaje originario, ambas sólo comprensibles en el marco de la crítica profunda del estado social presente que lleva a cabo Rousseau. En segundo lugar, se trata de reconocer la gran influencia que Rousseau tuvo en la reflexión estética posterior y a la vez el poco reconocimiento que tiene esa influencia. En efecto, su aporte para la estética parece haber quedado borrado tras un pasaje famoso de la Crítica del Juicio. ¿Qué es un juicio estético?, se pregunta Kant allí. ¿Qué sería un juicio estético, por ejemplo, ante la vista de un palacio? 

Fragmento de la conversación surgida en el curso de las reuniones del Seminario de Estética y política a partir de la lectura de Estética relacional de Nicolas Bourriaud,Estética de la emergencia de Reinaldo Ladagga y La sociedad del espectáculo de Guy Debord, de la cual participaron 3 miembros del grupo.

M: Me parece que el tema central de estas lecturas es el pasaje, tal como lo plantea Guy Debord, de la sociedad del espectáculo a la sociedad de figurantes para el cual sería clave la noción de arte relacional. El pasaje tiene que ver con el cambio de una actitud de observación pasiva del receptor, a la de participante activo. Un pasaje que va de la primacía de lo visual al contacto, lo táctil, el encuentro. De la tv al video-juego. De esto surge una serie de diferencias interesantes siempre en la misma línea. En primer lugar la noción de arte que ya no sería una serie de objetos colocados en un relato llamado historia del arte, sino una actividad que consiste en producir relaciones con el mundo con la ayuda de signos, formas, gestos u objetos. (ver para más detalles el post Glosario sobre estética relacional)

Moni-  Sobre este tema de la relación entre estética y política  hoy tan en boga hay varios puntos de abordaje; comenzaremos por uno de los más antiguos que viene de lejos, época de las vanguardias o un poco antes con la instalación de la alternativa entre arte comprometido o arte por el arte.

Alego – Uno de ellos que no el más antiguo pero si el más paradigmático es el de Sartre, un pensador con una posición clara acerca del compromiso, hoy visto como una antigualla, ya nadie plantea de ese modo la cuestión.  Decía Sartre, “la literatura debe ser comprometida, es un acto, es acción que tiene una función social”.  No obstante va a insistir en que esto no ha de ser al precio de su degradación. No se puede olvidar la literatura ni colocarla en segundo plano.