…. es Civilización y barbarie. La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización moderna, (…) como quien abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América transplantando el árbol y destruyendo lo indígena…

                                                                                Arturo  Jauretche

Antes de comenzar

M- Hablemos de los motivos, de los disparadores. Ya mucho antes de leer o más bien de releer a Jauretche -tenía una primera lectura de juventud bastante soterrada- me rondaba la idea de seguir la deriva de la dicotomía sarmientina de civilización y barbarie en la certeza de que se trata de una idea madre que atraviesa toda nuestra literatura y nuestra historia social. Y no me refiero a los límites de la nacionalidad sino a todo lo que tiene que ver con la patria grande latinoamericana, sólo que en razón de la extensión aquí acotaremos el discurso a nuestra realidad cercana.  Señalemos también que nuestra otra conversación -sobre el Martín Fierro- también fue como una deriva que habría de desembocar  necesariamente en el tema; queda registrado en el título del último tramo. Pero aún podríamos preguntarnos por qué insistir en el tema, por cierto que se trata de un tema recurrente…

¿Otra consideración intempestiva nietzscheana? 

                                    A  los aventureros, ebrios de enigma, a los que pudiendo adivinar odian el deducir, a los guerreros, a las serpientes.

            ¿Acaso yo no he escrito en todos mis libros más que sobre la vida? Ella la embaucadora, la hechicera, mi hipnotizadora, ella la sombra del caminante. No fue acaso, bajo su embrujo, que osé calumniar a la moral. ¿Amiga o enemiga? Ambas andaban sin embargo de la mano lanzándome miradas burlonas mientras yo me desangraba en el afán de enemistarlas, pero ellas eran carne de la uña, por momentos la carne urañada sangrante y doliente, por momentos una para la otra, coloreadas como saben los hombres pintar con colores brillantes sus tenebrosos cuentos de hadas.

Fragmento de la conversación surgida en el curso de las reuniones del Seminario de Estética y política a partir de la lectura de Estética relacional de Nicolas Bourriaud,Estética de la emergencia de Reinaldo Ladagga y La sociedad del espectáculo de Guy Debord, de la cual participaron 3 miembros del grupo.

M: Me parece que el tema central de estas lecturas es el pasaje, tal como lo plantea Guy Debord, de la sociedad del espectáculo a la sociedad de figurantes para el cual sería clave la noción de arte relacional. El pasaje tiene que ver con el cambio de una actitud de observación pasiva del receptor, a la de participante activo. Un pasaje que va de la primacía de lo visual al contacto, lo táctil, el encuentro. De la tv al video-juego. De esto surge una serie de diferencias interesantes siempre en la misma línea. En primer lugar la noción de arte que ya no sería una serie de objetos colocados en un relato llamado historia del arte, sino una actividad que consiste en producir relaciones con el mundo con la ayuda de signos, formas, gestos u objetos. (ver para más detalles el post Glosario sobre estética relacional)

Moni-  Sobre este tema de la relación entre estética y política  hoy tan en boga hay varios puntos de abordaje; comenzaremos por uno de los más antiguos que viene de lejos, época de las vanguardias o un poco antes con la instalación de la alternativa entre arte comprometido o arte por el arte.

Alego – Uno de ellos que no el más antiguo pero si el más paradigmático es el de Sartre, un pensador con una posición clara acerca del compromiso, hoy visto como una antigualla, ya nadie plantea de ese modo la cuestión.  Decía Sartre, “la literatura debe ser comprometida, es un acto, es acción que tiene una función social”.  No obstante va a insistir en que esto no ha de ser al precio de su degradación. No se puede olvidar la literatura ni colocarla en segundo plano.