Artículos de Pedazos de diario
Ahora vino la muerte
No tan silenciosa, todo un estruendo sordo
De días apagados, presintiendo un destino
Ahora se me ha mostrado con toda su miseria
Con un mandato mudo de olvidar cada día
Como si varias velas se fueran apagando
O al revés un reborbotear de memorias dormidas
Un pibe de Fiorito, una pelota,
Desde el barro hasta el cosmos
en barrilete, la estrella que nos mira
Tanta felicidad desparramada
Elevando hacia el sur, como cometa.
Sureño hasta los huesos
Al fin llegó, que se la veía venir se la veía, y sin embargo, muchos se quedaron como en pausa, tiempo de verano, todavía de vacaciones, algunos se quedaron varados fuera de casa, otros se apresuraron a salir, no perder el finde, y a la vuelta todo se embardó, las rutas saturadas, multas, broncas, opiniones encontradas…
Escuchando llamada ajena: estoy en la cola de la verdulería, faltan tres antes de mí, pero se demora, la cosa es que la gente compra mucho, habla mucho, compra por no quedarse desprovista y habla por compensación, por todo lo que tiene que quedarse muda en casa, por estar sola, por estar acompañada. Porque.., una es la mudez de la mudez, otra es cuando ya no te aguantas y te vas al silencio.
Antes y ahora, una y otra vez espuma, y nada más
–me pregunto sobre vos.
Se me fue pasando toda la mañana escuchando canciones de nostalgia
El grande de Favio me pasea por todas la vidas de ese “nosotros” amplio y fragmentado que mira para atrás y va armando cañamazo.
El pasado nos tiende un farol para alumbrar este presente empeñado en el sentido.
Pero acaso no quiera comprender sino sólo recordar y llenarme de memoria como me lleno de esa música saturada de aromas y sentimientos.
¿Otra consideración intempestiva nietzscheana?
A los aventureros, ebrios de enigma, a los que pudiendo adivinar odian el deducir, a los guerreros, a las serpientes.
¿Acaso yo no he escrito en todos mis libros más que sobre la vida? Ella la embaucadora, la hechicera, mi hipnotizadora, ella la sombra del caminante. No fue acaso, bajo su embrujo, que osé calumniar a la moral. ¿Amiga o enemiga? Ambas andaban sin embargo de la mano lanzándome miradas burlonas mientras yo me desangraba en el afán de enemistarlas, pero ellas eran carne de la uña, por momentos la carne urañada sangrante y doliente, por momentos una para la otra, coloreadas como saben los hombres pintar con colores brillantes sus tenebrosos cuentos de hadas.
11 de septiembre de 2011
Septiembre negro, setiembre, mes lleno de sucesos memorables, no porque merezcan la memoria sino porque ella es no prescindible, no se la puede eludir. Mes, también, de sucesos innombrables. La radio, empero que se apoya en las efemérides rememora, trae a presencia y ahora más que nunca cruza, combina, hibrida dos acontecimientos alejados si nos movemos en el espacio-tiempo reciente 11 de setiembre del 73, 11 de setiembre del 2001; ambos marcan virajes en la historia cercana, regional, latinoamericana el primero, cercana mundial, el segundo; virajes también en la historia personal.
Después del diluvio o bien después de la erupción volcánica porque no es el agua que te inunda pero vivifica sino el fuego que arde y quema. Ni una gota de nada, me siento seca. Y si nos preguntamos por el hondo sentido de la palabra. “Mudanza”. El mismo exacto de lo que dice, mudanza, cambio, no como el movimiento evolutivo del capullo, sino revolución, inversión del giro, temblor de tierra. Y uno que pensó que tan sólo era un cambio de casa.
Y ella, que tan afrancesada, de chica odiaba el inglés; mamá que dale con los idiomas, con el inglés sobretodo -cuestión de generación, la cultura pasaba por los idiomas- y le vaticinaba un destino come el de su amiga Cholita, profesora diplomada y del propio Lenguas Vivas, era lo más que podía aspirar. Pero a ella no, a ella no le fascinaba lo de los idiomas; con el francés se vacilaba no por el idioma, que al fin no era más que un canal, apenas un pasadizo hacia la sustancia en sí, la historia, la literatura, la misma cultura francesa, la de los clásicos, luego, los “malditos” poetas, luego un Marcel, un Sartre.